Hace tiempo llegó a mi consulta un joven, lo llamaremos Arturo, parecía rebosante de salud, pero sus ojos reflejaban un enorme miedo. Es frecuente trabajar con esta emoción tan intensa en la terapia, pero este chico era un auténtico cofre de temores.
De entre todos sus miedos, destacaban dos en particular, el miedo a perder su trabajo y el miedo a la muerte. Son miedos muy comunes, pero no a todo el mundo le afectan por igual, para nuestro protagonista, se habían convertido en auténticas obsesiones que disparaban su nivel de ansiedad provocándole un profundo malestar que en ocasiones derivaba en crisis, acabando en urgencias con prescripción ansiolítica.
Llegó a terapia con poca confianza. “toda la vida he sido así, se que no puedo cambiar” Me conformé con su compromiso de que iba a intentarlo y poner lo que pudiera de su parte por aprender cosas que nunca hasta el momento había trabajado.
Comencé explicándole lo que era la relajación y cómo funcionaba como herramienta de autocontrol una vez que se conseguía dominar. Comenzamos por ahí, trabajamos la relajación sistemáticamente unas semanas, al tiempo que nos íbamos enfrentando a sus miedos. Le propuse que utilizáramos la técnica de las 3 preguntas, es decir vamos a someter cada miedo a 3 filtros.
Las 3 preguntas
1.- ¿Qué evidencias tengo yo de que mi miedo vaya a convertirse en realidad?
En el caso del trabajo, la respuesta es ninguna. Tenía un trabajo estable y su jefe parecía estar contento con su desempeño, pero a veces, sentía que le echaban la bronca ante algunas decisiones que tomaba o algunos trabajos que realizaba. Aún con todo acabó por reconocer que si cada año le subían el salario y el jefe contaba con sus opiniones, no parecía probable que le fuesen a despedir, no había ninguna evidencia de ello. Esta idea comenzó a debilitar el miedo, pero no desapareció, ya que no podía tener la certeza absoluta de que un día no pudiera perder su trabajo (La empresa, podía cerrar, cambiar de lugar…)
En el caso de la muerte, por supuesto que tenía evidencias. Tenía la certeza total de que sucedería, tarde a o temprano.
Por tanto, en ambos casos, pasamos al segundo filtro.
2.- Si eso ocurriera ¿Sería tan grave?
Para Arturo, perder el trabajo era terrible, un desastre que arruinaría su vida, no podría hacer frente a sus gastos, su vida se transformaría, nada sería igual, vete tu a saber lo que podría ocurrir. Trabajamos esa gravedad desde una perspectiva racional. Uno no desea perder su trabajo, pero si lo pierde, siempre puede encontrar otro, incluso mejor, aprovechar para mejorar su formación, cambiar de sector y aprender nuevas competencias, etc.. En todo caso y aunque los cambios nos saquen de nuestra zona de confort, es un arte verlo en términos de oportunidad y no de desastre. Tras unas sesiones acabó por reconocer que si bien no era deseable, tampoco sería grave o dramático perder el empleo.
En el caso de la muerte, si que veía grave el hecho de morir, dejar de existir, no soportaba esa idea y no dejaba de pensar en ella, sobre todo por las noches, en ese momento en que los pensamientos se desbocan y tenemos menos control sobre ellos. También aquí trabajamos la gravedad desde la restructuración cognitiva (normalmente, nadie desea morir, pero eso no significa que sea terrible o algo que deba impedirnos ser felices, el objetivo es disfrutar de la vida, sin preocuparnos de algo que no sabemos cuándo sucederá y cuando suceda lo aceptaremos sin más…) y el pensamiento perdió fuerza, pero seguía ahí y de vez en cuando ganaba intensidad, ya que era una realidad a la que tarde o temprano se enfrentaría y la consideraba muy importante pese al trabajo realizado.
Pasamos por tanto los pensamientos por el tercer filtro.
3.- Aún en el caso de que eso fuera tan grave ¿Me sirve de algo pensar así y darle vueltas?
En el caso del trabajo y aunque llegó a aceptar que no sería tan grave perder su trabajo, y al llegar aquí este pensamiento ya había perdido fuerza, le ayudo reconocer que realmente pasase lo que pasase con ello, no podía vivir pensando en ello, el pensamiento dejó de asustarle y ya apenas volvió a aparecer.
En el caso de la muerte, fue similar, aunque seguía siendo un tema importante para Arturo, llegó a la conclusión de que pensar en ello todo el tiempo le estaba impidiendo disfrutar de la vida y eso no merecía la pena. Eso le ayudo a aceptar la muerte como parte del proceso vital y aunque nunca le gustó la idea, fue capaz de vivir sin que ello le produjese un gran malestar.
Su ansiedad fue disminuyendo y siguió aplicando esta técnica con otros pensamientos perturbadores que aparecían, así hacía que fuesen perdiendo fuerza y su ansiedad fue poco a poco normalizándose, aunque siempre estaba ahí, como una amenaza de fondo, consiguió perderle el miedo, sabía como controlarlo eso hacía que nunca se disparase en exceso, la tenía controlada y las crisis no volvieron a aparecer.
Cada pensamiento perturbador puede someterse a estos 3 filtros, La evidencia, la gravedad y la funcionalidad, algunos se quedarán en el primero o segundo sin acabar el proceso y otros llegarán al filtro final, donde se produce la aceptación, lo que tenga que pasar pasará, pero no voy a desperdiciar mi vida pensando en ello.
Prueba la técnica y si solo no puedes, déjate ayudar, con apoyos es más fácil. En eidem te podemos ayudar. #eidem #miedos #pensamientosirracionales