A menudo los/as psicólogos/as que nos dedicamos a la intervención terapéutica infantil nos encontramos con esta pregunta. Y normalmente no suele aparecer muy tarde, la mayoría de las veces en la primera entrevista.
Y la respuesta a esta pregunta siempre es compleja. Y no, no es un intento por no mojarnos al dar una contestación. Es francamente difícil dar una respuesta adecuada a esa cuestión que los padres y madres generalmente formulan con gran interés y en ocasiones angustia.
Como buenos seres humanos que somos, nos encanta organizar, anticipar y ordenar nuestro mundo. Y con nuestros hijos, no es una excepción.
Teniendo en cuenta las mareas de actividades extraescolares, deberes, horarios de los miembros de la familia y la gestión de la economía familiar, entendemos el contexto de esta pregunta ¡Hay que organizarse en todos los sentidos!
Sin embargo, aunque empaticemos con la causa, sigue siendo una cuestión complicada. Os explico el porqué.
Cuando recibimos a un/a menor en consulta, previamente hemos recibido a los padres y madres. Normalmente son ellos los que nos cuentan “el motivo de consulta” y nos dan información que es necesaria para el proceso de evaluación y posterior intervención.
Es necesario entender por qué la evaluación es importante, ya que, el tiempo que dediquemos en hacer un buen proceso de evaluación, nos ahorrará tiempo de intervención. Nos servirá para delimitar el “problema o dificultad” en cuestión, descartar alternativas, identificar mantenedores/reforzadores y consecuencias de dicho problema, etc. Lo que nos ayudará a establecer la intervención más adecuada.
Una vez recibida toda esta información de menores y progenitores, establecemos un plan de intervención. Y la puesta en marcha de éste, no solo dependerá del psicólogo/a en cuestión.
También del trabajo que realicen los familiares con el menor, el contexto, el desarrollo personal del niño/a, la gravedad y duración del problema, la profundidad en la afectación, la sintomatología y un largo etcétera.
Teniendo en cuenta todos estos aspectos es más fácil entender la complejidad de la pregunta que formulábamos al inicio. Por lo que, ningún psicólogo/a en una entrevista inicial o primera sesión va a tener la certeza para contestar a esa cuestión.
Delimitar entre lo normal y lo patológico, no es tarea sencilla. Por ello, necesitamos un análisis profundo de todo aquello que rodea al menor, además de ser conocedores de los criterios que nos permiten decidir, justamente, qué es normal y qué es patológico en comportamientos infantiles o juveniles concretos.
El/ la profesional irá guiando este proceso para que sea lo más beneficioso y efectivo posible para menores que no lo están pasando bien y familiares que en momentos específicos no saben cómo ayudar.
Si necesitas más asesoramiento o información, en eidem podemos ayudarte.