Podríamos pensar a priori que las discusiones de pareja no son un buen síntoma del estado de la pareja, pero eso no tiene por qué ser así. Las discusiones son una vía de escape para las parejas y no tienen por qué ser necesariamente una señal de alarma.
El problema no es porque se discute sino las reglas del juego.
Tal vez convendría empezar por delimitar lo que es una discusión. Una mayoría de personas identifican discusión con conflicto manifestado de manera hosca o incluso agresiva, al menos verbalmente. Si se parte de tal percepción, no es bueno que las parejas lleguen al conflicto que deja malestar y se cierra casi siempre con pequeñas heridas. Pero en la vida cotidiana de una pareja lo habitual es que existan roces, malentendidos, desacuerdos de diverso calado... que llevan a cierto grado de malestar y se traducen en una discusión.
Una discusión sana debería conducir a una solución negociada de un punto de desacuerdo en cualquier ámbito de la convivencia.
Todos conocemos a alguna pareja que apenas discute. Por supuesto, se aseguran de presumir de ello constantemente, como si la ausencia de discusiones fuera la prueba irrefutable de que se trata de una relación sencillamente perfecta.
¿Y si en realidad lo que ocurre es que no se están comunicando? O también podría ser que no discuten porque una parte de la pareja impone y la otra acata, es decir es una pareja donde existe un claro desequilibrio.
Comunicarnos y mostrarnos vulnerables y abiertos, así como escuchar a nuestra pareja cuando así lo haga, fortalecerá nuestros vínculos y propiciará relaciones más sanas generalmente.
También existen parejas que están evitando el afrontamiento de los cambios en la relación íntima y los cambios de cada uno de ellos como individuos y eso también podría desembocar en desajustes y crisis
¿Es saludable que las parejas discutan?
No es sólo saludable, sino también, inevitable. Una pareja se compone de dos personas con sus historias de aprendizaje, sus valores, sus ideas... La propia relación, en tanto en cuanto es algo compartido entre dos, nos va a exponer a la toma de decisiones en un montón de ámbitos (más grandes o más pequeños).
Es muy poco probable que estemos de acuerdo en todo. El matiz está en entender que una cosa es discutir, en términos de dialogar y negociar (aquí está la clave) y hacerlo de manera respetuosa y responsable. Muy diferente es afrontar esos desacuerdos desde la manipulación, sin empatía y sin cuidados. Eso sí que erosiona y es poco o nada sano.
En contra de lo que se suele creer, discutir en pareja o tener conflictos no es indicativo de una mala relación ni plantea un mal pronóstico. De hecho, la resolución en equipo (con una buena comunicación, respeto, cariño y cuidados) lejos de deteriorar la relación, lo que hace es fortalecerla, y tiene sentido: si vemos que hacemos frente de manera conjunta a la dificultad, si te percibo como eficaz en la resolución de problemas, si veo que te implicas y que sobre la mesa lo que está es estar lo mejor posible (no tú y yo, nosotros), eso va a hacer que ganemos en intimidad, confianza, admiración mutua... ¡La relación será más fuerte! Lo que deteriora una relación es un abordaje regular de esos conflictos, no la existencia de los mismos.
Buscar el momento y lugar adecuado para lograr una conversación sin apresuramientos, interrupciones, interferencias de otros...también es un factor que ayuda a lograr que una discusión sea realmente productiva.
Por último, las formas son muy relevantes. Usar un lenguaje y tono adecuado, así como señales no verbales que aclaren las intenciones de cada intervención.
Piensa ahora en tu relación de pareja.
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