La era digital nos ha traído muchas oportunidades, entre ellas acceder a experiencias visuales y auditivas que de otra forma nos hubiera sido imposible.
Podemos ver las pirámides y adentrarnos en su interior sin movernos de casa, ver y deleitarnos con una opera en Viena desde nuestro sofá o disfrutar de la selva amazónica desde la Tablet en nuestro patio. Accedemos a cualquier parte del mundo sin despeinarnos.
Esto que está genial tiene también su parte oscura si cuando podemos vivir experiencias directamente decidimos no hacerlo, por comodidad o por evitar exponernos a situaciones nuevas que nos puede generar cierto grado de ansiedad.
En ese caso sustituimos las experiencias reales por las virtuales. Vemos como nuestros hijos juegan al futbol con un programa en lugar de salir a la calle a jugar con los vecinos, nos ponemos sonidos de la naturaleza en el móvil en lugar de salir al campo y escuchar el ruido del aire entre los arboles o el trinar de los pájaros en los nidos.
Todas estas ventajas que nos proporcionan las nuevas tecnologías no tendrían que sustituir el vivir nuestras propias experiencias.
Qué pasa cuando decidimos salir a explorar
Al salir de nuestra zona de confort y exponernos a situaciones nuevas.
· Utilizamos las herramientas que hemos ido aprendiendo a lo largo de la vida y practicamos.
· Aprendemos otras nuevas y vemos las que ya no necesitamos.
· Adquirimos confianza en nosotros mismos y en nuestro potencial.
· Trabajamos nuestro umbral de frustración cuando las cosas no salen como nos gustaría.
· Vemos que no es tan grave y nos levantamos y volvemos a empezar.
En definitiva, nos enriquecemos con nuestras propias experiencias y esto hace que se amplíe nuestra zona de confort.
Las vacaciones puede ser una oportunidad para dejar en el cajón los aparatos tecnológicos y colgarnos la mochila para explorar y adquirir experiencias que nos hagan crecer como personas y confiar en nuestras destrezas.
Explorar, aprender y disfrutar de lo que hagamos es una fuente de bienestar. En eidem te apoyamos.