Cuando nacemos nuestra autoestima no existe, es algo que se va construyendo en torno a diferentes situaciones que se van acumulando a nuestra experiencia vital.
Los factores que influyen en la autoestima son diversos y abarcan desde el ámbito familiar hasta el social y personal.
La familia, especialmente durante la infancia y adolescencia, juega un papel crucial, donde la crianza, la comunicación y el apoyo afectivo son determinantes.
El entorno social, incluyendo las relaciones con los pares y las experiencias escolares, también contribuye significativamente.
Características personales como la resiliencia, el perfeccionismo y la autopercepción tienen un impacto en cómo uno se valora a sí mismo.
Cómo trabajarla
Para mejorar la autoestima, debemos trabajar los siguientes aspectos:
Autocuidado: aspecto muy importante porque cuidamos siempre lo que queremos y descuidamos aquello a lo que no damos valor, pero eso cuidarnos es el primer paso hacia la construcción de una autoestima sana. Incluye aspectos como:
Ordenar nuestro espacio de trabajo
Alimentarnos adecuadamente
Hacer ejercicio físico que nos mantengo fuertes
Dedicarnos ratos y espacios personales
Cuidar vínculos sociales sanos
Trabajar relajación, meditación y atención al presente
Juzgarnos con afecto y valorar nuestros logros
Identificar y apoyarte en tus fortalezas es otro paso crucial para seguir creciendo, ya que todos tenemos habilidades y éxitos en los que podemos basarnos. Se trata de cambiar el foco, valorar lo que sí he conseguido y decidir cuáles serán mis próximas metas, acercándome a ellas desde la ilusión, no desde la presión.
Aceptar y reconciliarnos con nuestro pasado es muy importante, ya que nos permite avanzar y no quedarnos atrapados en experiencias negativas anteriores. Aprender de nuestros errores y soltarlos es fundamental para caminar sin carga.
Cambiar el diálogo interno negativo por uno más positivo y constructivo también puede tener un impacto significativo en cómo te valoras.
Para cambiar el diálogo interno, es útil adoptar técnicas que promuevan la reflexión y la positividad. Una estrategia es tomar conciencia de los pensamientos automáticos y cuestionar su validez, analizando si realmente tienen un fundamento real, si son graves o si nos resulta de alguna utilidad pensaren ellos una y otra vez.
La terapia cognitivo-conductual
Es una forma de psicoterapia que ayuda a las personas a identificar y cambiar pensamientos y comportamientos negativos o inútiles.
Se centra en el desarrollo de habilidades personales para enfrentar la vida y utiliza estrategias específicas para reformular el diálogo interno negativo. Al tomar conciencia de los patrones de pensamiento distorsionados y aprender a evaluarlos críticamente.
Hacer cambios en nuestra respuesta cognitiva, emocional y conductual ante situaciones cotidianas, tiene como consecuencia una mejora de la autoestima y el bienestar general.